Qué lejos he llegado, qué pequeño se ve todo lo que conocí.
A veces me resulta necesario bajar mis caballos de fuerza, porque no puedo correr sin analizar lo recorrido, no quiero.
Eres casi como el máximo cliché, veo lo predecible de tus actos que antes apaleaban mis sentidos. Ahora veo desde aquí, no desde allá. Te veo, pero tan lejos y pequeña que no me da miedo... blasfemia. Temo pero no tengo pánico, creo sentirme fuerte o al menos distinta y con kilometros de distancia; puedo ver tus movimientos con más tiempo para reaccionar.
¿Será esto algo ya patológico?.
No vengas y me arruines -o ven y arréglanos-.