Y hablando conmigo misma fue cómo entendí el tema de tí. Hablar conmigo, de tí.
Y juro que fue una revelación, uno de esos momentos freudianos en los que entiendes que todas las respuestas de tus preguntas, están en tí.
Si, lo que me obsesionaba de tu recuerdo era la imágen idealizada de mí misma. Esa imágen veráz, sensible, honesta y profunda de lo que mis sentimientos emanaban y, por ende, me hacían ser.
En el fondo soy yo, todo el tiempo, cuestionándome, comprobándome, imponiéndome, buscándome e inventándome.
No me encuentro y todos estos cuerpos que dicen conocerme, obstaculizan mi camino hacia mi misma. El problema es que YO MISMA los pongo ahí... O sea, yo soy mi problema, y el problema de los demás.
Ahora se abrió la puerta de: soy una mierda. Pero no lo quiero ser, no lo soy a proposito. (quiero a alguien que me diga lo contrario, pero vuelvo a comprobarme todo).
Me necesito. Qué importa si no llama, qué importa si su tono fue diferente; si sus palabras no eran las que querías escuchar, si se olvida de tí en tres días y decide nunca más hablarte (quién sabe por qué motivo, o por qué motivo no ((sindrome de la niña abandonada)). Qué importa, igual puedes, igual respirarás y vendrá, vendrá el momento en el que apliques tus 20 años de aprendizaje y seguirás respirando.
viernes, 13 de abril de 2012
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